Por David Arias Weil, Rabino y Vicepresidente II de la CCHIL
En nuestros días, en la era de las redes sociales casi cualquier cosa puede ser sacada de contexto, todo se puede citar, tergiversar e interpretar o utilizarlo en contra nuestra. Es tan fácil insultar, maldecir o incluso discutir con alguien cuando estamos tras la pantalla, pero es tanto más difícil hacer algo bueno en la práctica por la causa sobre la que escribimos.
Debemos tener cuidado, pues una foto que publiquemos, un comentario o incluso una letra que salga de nuestra boca o de nuestras manos, puede llegar a lugares que no conocemos. Todo comienza en nuestro interior, cuando incluso a veces no tenemos intención de herir a nadie, pero la otra parte termina malherida.
El desafío sigue en pie, salir, hacia afuera, a la realidad, no quedarnos encerrados en un aparato, salir a la práctica en pos de la verdad por la que luchamos y saber que no todos están a favor nuestro, ni tampoco en contra, o en ocasiones ni si quiera les importa la causa de la misma forma que a nosotros.
El libro Kohelet (Eclesiastés) que leemos en el Shabbat intermedio de Sucot, es uno de los textos más filosóficos del TaNaJ (Biblia). Es un libro que observa la vida en retrospectiva, como un adulto experimentado que nos da consejos muy fuertes y sensibles. Mucha “vanidad” hay en quien ha visto la vida de distintas formas, Kohelet escuchó voces y opiniones de un lado y del otro y se pregunta si acaso todo eso vale algo.
Entre las múltiples enseñanzas de Kohelet, encontramos:
“Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra” (Kohelet / Eclesiastés 10:20).
Dice Kohelet que no es conveniente maldecir al rey, incluso en el pensamiento, en la consciencia, sólo en nuestra cabeza, incluso sabiendo que palabra alguna no saldrá de nuestra boca; ni tampoco maldecir al rico en la privacidad, puesto que no sabemos hasta dónde podrán llegar esas palabras. Nos dicen los comentaristas que “el Rey” al que se refiere el texto es el Rey del Universo, Dios, pero que también se puede leer como un rey de carne y hueso.
Incluso en nuestro interior, cuando somos conscientes de lo que hacemos tenemos que cuidarnos.
Si algo que fue gestado en nuestro corazón, puede llegar a salir, ¿Cuánto más entonces debemos cuidarnos con aquello que escribimos o decimos? El problema se hace más grave cuando no soy consciente de lo que hago. En el contexto de las redes sociales y de la comunicación moderna, funciona muchas veces de modo inconsciente. La gente responde sin pensar, la gente habla y dice sin medir sus palabras.
Si ya en la época bíblica se cuidaban incluso en la privacidad, y recomendaban pensar dos veces antes de insultar alguien, en una era en la que no habían artefactos para grabar o registrar todo, y aun así temían de lo que podría llegar a pasar con sus palabras… ¿Qué nos queda a nosotros entonces?
Dice la escritora Israelí Tzvia Walden (Hija del otrora Primer Ministro y Presidente de Israel Shimon Peres Z”L):
“Este versículo es una breve descripción del final de la era de la privacidad que vivimos hoy. ¿De qué debemos entonces, cuidarnos? De los aparatos electrónicos aparentemente inocentes que nos siguen en cada paso, en cada lugar, de los chismes que los sitios virtuales arrastran a través de tweets, como las aves del cielo. Con mayor razón cuando hablamos del rico y del rey, del poder y de la fortuna”.
Hoy podemos saberlo todo. Una persona que se encuentra en su casa puede grabar y registrar absolutamente todo. Al mismo tiempo, mientras está sentado en la comodidad de su hogar, puede insultar a un líder que está al otro lado del mundo, sólo moviendo un poco sus dedos. Se pueden levantar “grupos de apoyo” en los que lo único que veremos son lindas frases con palabras cálidas… Pero en la práctica, ¿Qué nos queda?
La festividad de Sucot nos invita a salir al exterior, a la realidad, y no quedarnos encerrados en nuestra zona de confort, salir y descubrir el mundo. Si algo nos es verdaderamente importante y nos enciende una llama en el corazón, el escenario virtual debiera ser entonces secundario, debemos salir hacia la “Sucá de la Realidad” y trabajar en terreno. Las palabras, no siempre son suficientes, sobre esto también nos advierte el libro de Kohelet:
“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”
(ibid, 5:1).
Nos apresuramos en sacar palabras de nuestra boca, mientras estamos aquí en la tierra en donde nuestra visión es limitada. El creador tiene una visión mucho más amplia. Los comentaristas concuerdan en que si “hablamos demasiado”, pero desde la introspección, y después de haber medido nuestras palabras, siendo cuidadosos, no hay problema. Palabras de sabiduría que son medidas o mesuradas, son siempre bien recibidas.
Pero lo vano y lo vacío que sale de nuestra boca, sin pensarlo…
Es sólo vanidad.
Dios nos bendiga con una festividad de Sucot en la que podamos tomar el tiempo de medir y sopesar aquello que decimos y la forma en la que reaccionamos.
Shabbat Shalom.
Jag Sameaj.
La semana próxima estaremos comenzando un nuevo ciclo de lectura de la Torá con Parashat Bereshit. Quiero agradecerles queridos lectores por sus comentarios, sus palabras de aliento y sus críticas. Quiero agradecer particularmente a Carolina Colodro, quien semana a semana publica esta columna. Hashem nos de la fuerza para seguir transitando juntos el camino de la Torá.
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