Por David Arias Weil, Rabino y Vicepresidente II de la CCHIL 

Shabbat Jazón

Comienza el último de los cinco libros de la Torá, que abre con un largo relato de Moshé sobre la dura tarea de haber conducido al pueblo durante los últimos 40 años. El líder de Am Israel comienza su gran discurso enumerando una serie de lugares que traen a la memoria los momentos más álgidos, desafiantes y oscuros de la travesía por el desierto. ¿Es esa la forma de dirigirse a una generación que no tuvo la culpa de lo que allí sucedió?

Recordemos que la generación que entrará a la tierra prometida no es la misma que salió de Egipto, esta es una generación nueva, que nada tuvo que ver con el becerro de oro, con el episodio de Koraj o con el castigo de los espías.

Moshé podría haber bendecido al pueblo y haberlo alentado ad portas de la reconquista de la Tierra de Israel, sin embargo los reprende.

Parashat Devarim nos propone desde el comienzo mirar las cosas de forma distinta, nos desafía y nos lleva a cuestionarnos los roles que vamos adquiriendo en la vida.

El Midrash (Devarim Raba 1:4) nos otorga una pequeña respuesta a la pregunta que venimos desarrollando. Moshé comienza por reprender al pueblo, y el Midrash cree que a simple vista, esto debería haber sido hecho por Bilam el hechicero; el mismo que intentó maldecir al pueblo, pero no lo logró. Dice el texto del Midrash:

<<Enseñó Rabi Aja en nombre de Rabi Janina: La reprimenda debiera haber salido de boca de Bilam, y la bendición de boca de Moshé. Sin embargo, si Bilam los hubiera reprendido, el pueblo hubiese pensado: “si de todos modos nos odia, qué sentido tiene su regaño”; del mismo modo si Moshé los hubiese bendecido, los demás pueblos hubiesen dicho: “Qué gracia tiene, si el mismo que los ama los está bendiciendo”. Dijo entonces El Santo Bendito Sea: que los regañe y los rete Moshé, que los ama, y que los bendiga Bilam el que los odia; así serán claras las bendiciones y las reprimendas ante Israel>>

A veces, cuando alguien que nos quiere, nos reprende, nos reta y nos regaña, es como si sus palabras nos llegaran más profundamente, como si calaran en lo hondo de nuestros corazones. Por el contrario, cuando alguien con quien no tenemos una buena relación, dice algo bueno sobre nosotros, nos sorprende, nos llega, nos toca. La tan renombrada salida de la zona de confort, vuelve a aparecer aquí; para decirnos que incluso cuando alguien a quien queremos mucho hace algo en forma incorrecta, es nuestro deber decir la verdad y demostrárselo, decírselo. Decirle a alguien a quien aprecio que se ha equivocado, no le quita amor ni cariño a la relación, por el contrario, la fortalece, la completa, la hace más honesta y sincera.

Y viceversa también. Cuando una persona con la cual no tengo buena relación, con la cual no me llevo bien, hace algo correcto, algo que es bueno, debo decirlo, reconocerlo. Es nuestro deber moral en pos de la verdad.

Mucho de esto hace falta en nuestros días, en nuestras sociedad, la incapacidad de reconocer cuando alguien de “nuestro bando” se equivoca y lo defendemos ciegamente. Al mismo tiempo somos incapaces de reconocer las cosas buenas que puede hacer alguien, que aparentemente, es contrario a mi. En el debate público lo que prima no es la búsqueda de la verdad, sino de la fama, del poder, del ego.

Este Shabbat es el último antes de Tishá BeAv, y recibe su nombre de Shabbat Jazón por la Haftará (porción de los profetas) que comienza con las primeras palabras del profeta Yeshayahu (Isaías): “Jazón Yeshayahu ben Amotz”, “La Visión que tuvo Isaías hijo de Amotz” (Isaías 1:1). Tishá beAv es la fecha en la que recordamos la destrucción del Templo, destruido por el odio infundado y gratuito. Parashat Devarim nos invita a poner la verdad y la rectitud por sobre el ego, a poder reconocer lo que está mal y lo que está bien, y hacérselo saber al prójimo, más allá de si este es cercano a mi o no.

 

Shabbat Shalom.

 

Shabbat Shalom.

 

*Imagen: Autor Salome Designs