Por Hernán López, Director Ejecutivo CCHIL

Hoy en Jerusalén ocurre algo peculiar en la historia del sionismo chileno, varias decenas de jóvenes se dedican a prepararse como líderes comunitarios, otros en yeshivot, otros vienen a cumplir su servicio militar y unos pocos cierran el círculo convirtiéndose en olim jadashim.

Sus padres fueron una generación que amaron a Israel a la distancia, desde el apoyo moral, político o financiero, pero que en muy contadas situaciones lo vieron como un destino de vida probable. Israel era una alternativa para los desesperados, los alternatinos, no para los integrados y sus privilegios.
Es evidente que los jóvenes están buscando protagonismo, que ya no les bastan lastnuot noar (movimiento juvenil sionista), que quieren más espacios, y se los están abriendo con la fuerza propia de la juventud.

Naturalmente hay un elevado nivel de criticismo frente a las instituciones comunitarias, la supremacía mediática de la causa palestina en los medios chilenos les incomoda, no les basta ya con vivir tranquilos en sus barrios, sinagogas y country clubs, quieren salir fuera a las universidades, a los partidos políticos, a los medios y defender no sólo la identidad judía, sino a Israel: son los nuevos sionistas chilenos.

Quizás por eso mismo muchos ven en la Comunidad Chilena de Israel un referente, porque damos la pelea en los medios, reponemos dignidad a la palabra sionismo.

El antisemitismo chileno evoluciona, como en casi todos los países desarrollados, en la vertiente antisionista. Satanizar al estado ocupante y racista. Goliat contra David, pero esta vez los palestinos se apropian de nuestro personaje.

El violento discurso de la Federación Palestina de Chile ha polarizado las cosas; rompió el mito fundacional de que judíos y palestinos en Chile viven en paz y armonía, hacen negocios juntos y son el pilar de la élite intelectual chilena. Esa imagen ya no se sostiene frente al discurso conspirativo de Tuma o la violenta manipulación del estado chileno que intenta implantar Brito Hasbún.

Los jóvenes sionistas no se sienten amarrados a respetar el status quo con los palestinos y no se sienten cómodos en la imagen del ocupador violador de derechos humanos. Estos muchachos, al contrario de sus padres no se desligan del gobierno de Israel, lo asumen para bien o para mal.

La generación anterior se conectaba con un Israel parcial, el que les acomodaba a su esquema ideológico, era un amor a distancia, que rescata aspectos y no el todo.

Los nuevos sionistas se vinculan con la patria en su totalidad, desde el simbólico Tzahal, los poderosos start ups israelíes, hasta los deportistas e intelectuales israelíes discriminados a lo largo del mundo. Los nuevos sionistas chilenos quieren a Israel en toda su potencia y complejidad.

Aún no están dadas las condiciones para levantar una Aliá masiva, pero se están construyendo.

Por ahora el lugar natural de la batalla por venir son las universidades, una nueva FEJ plantea una nueva estrategia, se aprontan para el contraataque en un buen número de facultades donde la alianza comunistas-palestinos ha logrado aprobar el BDS.

Es fundamental que los actores políticos que han acumulado experiencia y contactos apoyen a estos jóvenes. Los líderes políticos no salen de la nada: se construyen, se preparan.

Hay una tendencia a entrenarlos de la mano del judaísmo argentino, creo que en eso hay un error porque los procesos sociales que pasó la judería argentina fueron muy diferentes, la construcción ideológica del líder argentino judío tiene un ethos diferente. Necesitamos chilenos que preparen a chilenos.

Hay suficientes especialistas locales para armar programas de preparación adecuados y adaptados a la realidad criolla, nadie mejor que un chileno para entender la realidad chilena, muy simple.

El camino es largo y los obstáculos muchos, por lo pronto acostúmbrense que ahí vienen los jóvenes sionistas chilenos y nadie los va a detener.