Unos minutos antes de las ocho, el Primer Ministro me informó que había decidido destituirme de mi cargo de Ministro de Defensa, en medio de la guerra.
Le dejé en claro al Primer Ministro, que mis prioridades, se han mantenido constantes y claras a lo largo de casi cincuenta años de servicio público, y son las siguientes: el Estado de Israel; las Fuerzas de Defensa de Israel y el sistema de seguridad, y sólo después, todo lo demás, incluido mi futuro personal.
La decisión de destituirme llega después de una serie de logros impresionantes, sin precedentes en la historia del Estado de Israel. Logros de las Fuerzas de Defensa de Israel, el Shin Bet, el Mossad y todo el sistema de seguridad.
Atacamos en Gaza y Líbano, en Judea y Samaria. Eliminamos a líderes terroristas en todo Oriente Medio y, por primera vez en la historia, llevamos a cabo un ataque preciso y letal en Irán, entre otras operaciones.
Estoy orgulloso de los logros del sistema de seguridad. Confío en los comandantes y los soldados.
La seguridad de Israel ha sido y sigue siendo la misión de mi vida, y estoy comprometido con ella.
Desde el 7 de octubre, me he centrado en una sola cuestión: la victoria en la guerra.
Durante el año pasado, dirigí el sistema de seguridad para lograr este objetivo para el Estado de Israel y sus ciudadanos, brindando pleno apoyo a las Fuerzas de Defensa de Israel, el Shin Bet, el Mossad y el Ministerio de Defensa.
Mi despido se debe a desacuerdos sobre tres cuestiones principales:
La primera es mi postura firme de que todos los que estén en edad de reclutamiento deben servir en las Fuerzas de Defensa de Israel y defender al Estado de Israel.
Esta cuestión ya no es sólo una cuestión social; es la cuestión más crítica para nuestra existencia: la seguridad del Estado de Israel y su gente.
En esta campaña, hemos perdido cientos de soldados, hemos sufrido miles de heridos y discapacitados, y la guerra aún continúa.
Los próximos años nos presentarán desafíos complejos; las guerras no han terminado y el sonido de la batalla no ha cesado. Debemos enfrentar estos desafíos futuros de frente y prepararnos.
En estas circunstancias, no hay elección: todos deben servir en las Fuerzas de Defensa de Israel y participar en la misión de defender al Estado de Israel.
No debemos permitir que se apruebe en la Knesset una ley discriminatoria y corrupta que exima a decenas de miles de ciudadanos de soportar esta carga. Ha llegado el momento de cambiar.
La segunda cuestión es nuestra obligación moral y nuestra responsabilidad de devolver a nuestros hijos e hijas secuestrados a casa lo antes posible, con el mayor número posible de ellos con vida, a sus familias.
Basándome en mi papel, mi experiencia y los logros militares del año pasado, con una visión clara de la realidad, afirmo que esto es posible, pero implica compromisos dolorosos que Israel puede soportar y las Fuerzas de Defensa de Israel pueden afrontar.
No podemos devolver a los rehenes que han muerto.
No hay ni habrá ninguna expiación por abandonar a los cautivos. Será una marca de Caín en la frente de la sociedad israelí y de quienes conducen por este camino equivocado.
La tercera cuestión es la necesidad de extraer lecciones mediante una investigación exhaustiva y pertinente. Cuando se trata del nivel nacional (político, de seguridad y militar), existe un nombre para descubrir la verdad y aprender de ella: una comisión estatal de investigación. He dicho y repito que soy responsable del sistema de seguridad durante los últimos dos años, de los éxitos y los fracasos. Sólo una investigación veraz nos permitirá aprender y fortalecernos para afrontar los desafíos futuros.
Afirmo aquí, de la forma más clara y explícita posible, que todavía nos esperan desafíos difíciles contra Irán y sus aliados en la región.
El sistema de seguridad es fuerte; atacamos a nuestros enemigos y los derrotamos. Pero la batalla no ha terminado. Lamentablemente, estamos destinados a vivir muchos años más a espada, pero es mejor que la espada permanezca en nuestras manos que en nuestras gargantas.
En este sentido, digo: las FDI y otras organizaciones de seguridad son el escudo que da vida al Estado de Israel. No he permitido ni permitiré que se produzca daño alguno contra las FDI ni contra las demás organizaciones de seguridad, los comandantes y los soldados.
Ciudadanos de Israel, seguiré defendiendo mis prioridades y los principios que he esbozado. Durante mis años en las Fuerzas de Defensa de Israel, en el entrenamiento y las operaciones, en tierra, sobre el agua y bajo el agua, aprendí que en condiciones de oscuridad y niebla, uno debe orientarse con la brújula. En nuestra situación, cuando la niebla de la guerra es espesa y la oscuridad moral nos rodea, me aferro a la brújula.
Mi esperanza es que, además del sistema de seguridad, que siempre ha seguido este camino, nuestros funcionarios electos también lo adopten. Es lo correcto tanto en la práctica como en la moral.
En esta ocasión, deseo saludar a los caídos y a sus familias, a los heridos y a los discapacitados, a los cautivos y a sus familias, y a los combatientes de las Fuerzas de Defensa de Israel dondequiera que se encuentren. Confío en ustedes y los saludo.

(Traducción :Siván Gobrín )