La sensación de malestar constante que nos provoca a los chilenos en Israel esta posición gubernamental chilena de enfrentar a Israel, se mezcla con la de abandono y ahora con la de engaño, me explico, la semana pasada hicimos público nuestro malestar por la redestinación del embajador de Israel en Chile, Jorge Carvajal, a Países Bajos.
La cancillería respondió, no a nosotros directamente, aunque les enviamos una carta formal, sino que al diario El Mercurio que publicó nuestra carta. Ahí se sostuvo que “el nombramiento del embajador Carvajal en Países Bajos no implica ningún cambio en la posición de Chile respecto al conflicto en medio oriente y responde a la rotación de destinaciones propias de la carrera del servicio en el exterior”.
Esto no es así, desde el momento que el presidente Boric decide llamar al embajador a consulta a fines del octubre del 2023, acusando a Israel de “inaceptables violaciones al derecho internacional Humanitario”, Chile toma partido en el conflicto asumiendo una lectura unilateral del mismo.
Acciones como esta, por ejemplo, no se tomaron en conflictos como la invasión rusa del territorio ucraniano, o las masacres en Siria o en el Yemen.
En Israel vive la comunidad más grande de chilenos en Asia y África y una decisión de esta índole, precisamente, por la proporción de la guerra, requiere de la presencia de un embajador que garantice no sólo la seguridad de los chilenos residentes, sino la posibilidad de Chile de ser un elemento dialogante con el estado de Israel.
El presidente Boric ha decidido poner su visión ideologizada del conflicto por sobre los intereses de los chilenos que vivimos en Israel, y por cierto, por sobre las relaciones comerciales, políticas y culturales que tienen profunda y larga data entre ambos países.
El intento de consolidar de facto el retiro del embajador, a través de este subterfugio de “rotación de destinaciones” resulta engañoso e inapropiado en todos los sentidos posibles.
El embajador Carvajal no puede ser reemplazado en sus funciones por el cuerpo diplomático que queda en la destinación, el respeto que tiene frente a la comunidad chilena, y ante las autoridades israelíes no se reemplaza por decreto, la diplomacia se basa en las confianzas y estas no se crean con un memorándum ministerial.
Los cinco asesinados chilenos en el 7 de octubre fueron enterrados sin la presencia de nuestro embajador, sus familias no recibieron su abrazo cálido, nuestros desplazados no lo han tenido para gestionar ayudas, y los heridos no han sido visitados por la mas alta autoridad chilena en Israel. La decisión del presidente ha golpeado no al gobierno de Netanyahu, sino a la comunidad chilena residente.
Es por eso que nuestra reacción es de molestia al presenciar esta constante hostilidad que no trae soluciones para nadie y que solo hace más profundo el drama del medio oriente. A eso súmele este desasosiego que sientes cuando ves que la autoridad no dice la verdad, que trata de maquillarla, de esconder sus verdaderas intenciones, y que además lo hace de una forma tan poco piola, que todos nos damos cuenta.
Hernán López
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