¿Qué responsabilidad informativa tenemos hoy?
Después de la masacre del 7 de octubre, Israel entró en una guerra que no buscó, pero que el grupo terrorista Hamas sabía que no le quedaría otra opción más que combatirla.
Pero esa guerra, la del terreno, no es la única que Israel y los judíos del mundo están librando. Hay un segundo frente, el de la información. Vivimos en una era en donde la información se convierte fácilmente en “sobre información”, y lamentablemente, también, muchas veces en las llamadas “fake news” o noticias falsas.
Los soldados israelíes que hoy combaten en Gaza y en el norte del país contra Hezbollah tienen años de entrenamiento, hay una estrategia definida.
La guerra informativa lamentablemente hoy, tiene soldados, que a veces con las mejores intenciones, no están adecuadamente entrenados para librarla. Hay que diferenciar entre quienes publican el sinfín de contenido en redes sociales y entre quienes lo comparten, pero en ambos casos hay que ser muy cuidadosos.
Quien comparte el contenido, muchas veces producto de la frustración por el alza de campañas antisemitas y antiisraelíes, ven una publicación que podría llamar la atención y llenar ese vacío, esa falta de “verdad”, y lo comparten directamente sin confirmar de dónde viene esa información.
También, tenemos a aquellos que generan contenido en base a traducciones, copian y pegan en sus redes sociales, información que no siempre está confirmada, o que simplemente es dañina, sin ningún tipo de estrategia causando el efecto contrario que se quiere generar, que es el de informar, y muchas veces, sin citar la fuente.
Ya nos hemos encontrado con muchas noticias que resultaron ser fake news, pero que se hicieron virales porque la gente simplemente las compartió sin siquiera respirar antes de hacerlo. El problema, es que los antisemitas de redes sociales, cuando se dan cuenta de que esto ha pasado, reciben en bandeja de plata el argumento de que Israel y los judíos mienten, es un disparo en el pie.
Es una batalla muy difícil cuando existe la frustración de que la verdad está siendo tergiversada cada día más. Pero pongámonos a pensar ¿Me hace sentido esta información que estoy leyendo? ¿Hay algo que haga ruido? ¿Vale la pena publicar juicios, críticas o contenido sensible sobre las víctimas o los secuestrados? ¿Realmente estamos educando o sensibilizando al resto del mundo que no tiene acceso a esa información o no la quiere ver?
Hace unos días se publicó una supuesta carta de un sobreviviente de la fiesta Nova en la cual se despedía de su familia, porque no podía vivir con la imagen de haber sido testigo de la violación y el asesinato de una mujer. La carta original es un archivo en hebreo, anónimo, que ni siquiera se sabe dónde fue publicada y si realmente la firma la hermana de la víctima o no.
El contenido es terrible, y seguramente si la carta no es real, es muy probable que los hechos se apliquen a cientos de personas que estuvieron ahí. Mucha gente corrió a traducirla y a publicarla en sus redes sociales. ¿Con qué objetivo? ¿Buscar más likes? ¿Sensibilizar sobre el tema? ¿Darle espacio a la memoria de los asesinados? ¿Darle espacio a la familia?
¿Cuántas veces nos tienen que compartir las publicaciones para sanar el ego digital? Porque todos lo tenemos, pero hay algunos que preferimos renunciar a un buen post, o directamente borrarlo cuando la información no es correcta o directamente dañina.
Yo también me he equivocado, y durante todos estos meses he intentado ser lo más clara y sensata posible en el momento de publicar.
¿Qué responsabilidad informativa tenemos hoy? El desarrollar contenido hoy en día viene con una mochila muy pesada ¿Estamos entendiendo ese peso?
Siván Gobrín, periodista.
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