Lo que comenzó con un simple viaje a Brasil, terminaría cambiando mi vida por completo. Acá comienza mi historia con Israel. Había salido recién del colegio, tenía 18 años, me había ido de vacaciones a Brasil, con mi hermana y amigas.

Nos fuimos un mes, habíamos pasado por varias ciudades, estaba lleno de israelíes. Reconozco que a pesar de pertenecer a la Comunidad Judía, me declaraba ignorante, en ese entonces, sobre la cultura israelí en sí. Me sabía el himno de Israel, sabía la historia Judía, como se formó Israel, había estado en Maccabi, y así millones de cosas, pero todo cambia cuando conoces a los “Sabras”. Un día, siendo casi el final de mi viaje, estaba sentada en una banca, cuando de pronto veo pasar a un grupo de israelíes, fijándome en uno de ellos. Para mí, fue amor a primera vista.

Nunca olvidaré, estaba sentada al lado de mi hermana y le digo “Ese será tu cuñado”, a lo que mi hermana respondió “Te encantaría” (Obviamente fue con tono irónico). Yo nunca había pololeado, a pesar que salía, podía conocer y todo, pero no se, nada me llenaba. Además, para ser honesta, sentía que las relaciones aquí, en Chile, no eran muy sanas, con una dinámica a veces tóxica, teniendo un patrón cultural que me incomodaba por completo, y yo no quería eso para mí. Y así fue como conocí a Yoguev, el israelí que le prometía a mi hermana que sería su cuñado.

 Nunca habría imaginado que lo que partió como un hola en una noche, se transformaría en una relación de dos años y medio. Al principio yo aluciné, por primera vez, conocía a alguien que me gustaba, y no me refiero a lo físico, sino que a los valores que tenía como persona, y eso fue lo que más me gustó. Tenía un patrón cultural totalmente distinto al país del que yo venía. De ahí me vino una GRAN pregunta, será que su personalidad era así o estoy, realmente, frente a otra cultural mucho más “humana”. Con este termino me refiero a que empecé a ver a los israelíes, como personas que se basaban mucho en la familia, además de ser preocupados y empáticos por los demás, y bueno, bastantes gritones también.Cuando volví de mi viaje de Brasil, él se había quedado allá, pero me había prometido que volvería a Chile, a pesar que él ya había estado y no le había gustado mucho. Pasaron dos semanas y una tarde me llama y me dice:” cambié mi pasaje, no voy a Colombia, me voy a Chile, te extraño y quiero estar contigo”. Yo pensé que soñaba, o sea, el estaba dejando sus amigos botados para venirse a Santiago y no iba a ir a Colombia.

Yo casi que pensé que era una broma, pero no, era verdad, después me vuelvo a preguntar ¿será la cultura?Porque eso en mi país poca gente lo hace, por no decir que casi nadie, y menos por una persona que conociste una semana.

Después de esa conversación viene a mi mente la palabra Aliah. Después que el estuvo en Chile, un mes conmigo y mi familia, yo me fuí a Israel en Agosto, también un mes, conocí a su familia, obviamente que lo pasé bien y todo, pero en Israel encontré un tema cultural que me encantó: La familia y el amor. La familia es el motor de todo, se siente ese calor de “Mishpaja”. Son aclanados y se apoyan mucho entre ellos. Los abuelos y papas se respetan como a nada en el mundo. No quiero decir que eso no pase en Chile, pasa, pero allá es distinto. Lo encontré notable. Hay que vivirlo para saber de lo que estoy hablando. Además, la unión que se da entre los amigos, es algo que nunca lo he visto en otro parte. Israel te enseña que las amistades, si pueden ser tu familia. Cuando volví a Chile decidí hacer Aliah, no fue difícil, la Sheliaj pidió hablar con mis papas como yo tenía 19 años, y después me hicieron una entrevista sicológica, y con eso estaba lista para irme.Así fue como partí un 18 de Enero de 2004, estaba feliz, tenía muchos sueños, me iba a Israel a vivir e iba a estar con mi novio.

Tengo que reconocer que nunca no se me había pasado por la cabeza hacer Aliah, mi razón fue muy circunstancial, pero si tengo que decir, que fue la mejor decisión que tome, y si tuviera que retroceder el tiempo, lo volvería hacer.Al llegar hice el Ulpan en Kfar Saba, donde tengo muy buenos recuerdos, estuve con gente de todas partes del mundo. Allí partí de cero con el hebreo, fue difícil, pero no imposible.

Al principio fue todo lindo, como todas las cosas, pero después de un tiempo la relación con mi novio se empezó a poner difícil, netamente por temas culturales y para peor fue conociendo la cultura “Sabra”.

Digo para peor porque tengo que reconocer que fue bastante chocante, yo venía de Chile, un país políticamente correcto, donde se guardan las apariencias, y de pronto me veo en Israel, que es todo lo contrario. Los israelíes son brutos, gritones, no saben el concepto “buenos modales”. Cuando salía a la calle, al supermercado, sentía gritar a las personas, y eran como cachetadas en la cara. Con el tiempo todo esto se me fue juntando y me empecé sentir bloqueada. A pesar que reconozco que soy un a persona que le gusta romper esquemas, para mí fue un gran cambio cultural. Aunque tengo que decir, que como Ola Jadasha me recibieron muy bien, además era Ola y “Bodeda” asique aún mejor, obtuve mejores beneficios y me dieron más plata. Después del Ulpan, hice la Mejina en Tel Aviv, aquí tengo, por lejos, los mejores recuerdos. Conocí mucha gente, aprendí muchas cosas y me puse a trabajar.

Al terminar la Mejina, terminé con mi novio, después llego la Guerra con Hezbollah, con todo lo que pasó, me sentí un poco bloqueada y decidí volver a Chile.Cuando compré el pasaje de vuelta, sentía que era lo correcto, pero tenía pena igual, me sentía conectada con el país, pero mis padres me insistían que volviera por el tema de la guerra, y me acuerdo que mi mamá me decía, ya te acostumbrarás a Chile de nuevo, algo que nunca pasó.

  Paradójicamente, cuando llego el día de volver, ya no me quería ir, había pensado en cancelar el vuelo, pero no lo hice. Cómo olvidar ese día, lloraba y lloraba en el aeropuerto, no quería volver, todo lo que para mí fue un día un calvario, se había vuelto luz.

En ese momento empezaba a entender cuando dicen que las personas valoran las cosas cuando las pierden. Me dolía más irme de Israel, que haberme ido de Chile, lugar en el que nací y me críe. Antes de embarcar me hice una promesa “Me prometí volver a vivir cuando resolviera todos mis temas personales”.Desde ese día han pasado muchos años, soy una agradecida de la vida, por haberme dado la oportunidad de haber vivido todo lo que viví en Israel.Pero no sé si haber vivido allá, fue para peor o para mejor, porque siento que me dejó la vara muy alta. Estoy completamente consciente que Israel, es un país con problemas como todos, pero hay algo en el que me encanta, y a pesar que su gente sea “bruta e impaciente”, son honesto y te dicen lo que piensan, y eso, para mí, es demasiado valorable. Como dicen” los israelíes son como los dátiles, ásperos por fuera, pero dulces por dentro.” Recalco mucho esta parte porque en Chile, muchas veces las personas dicen cosas que no hacen, no son directos, lo que finalmente, eso te hace sentir como viviendo en un limbo. Vivir en Israel es un privilegio, es un país que te enseña muchas cosas y valores.

Las personas son muy power, muchas veces te llevan al limite y te hacen crecer mucho como persona, haciéndote muy fuerte, y sacas lo mejor de ti. Además, te enseña mucho como la empatía y solidaridad, al haber muchos olim jadashim, se aprende que aunque tu familia sanguínea no este presente, llegarán nuevas personas que serán tus amigos, los cuales pasarán a ser tu nueva familia.  Por otra parte, el Hebreo me ha servido mucho para viajar, porque como en todas partes del mundo hay israelíes, siempre lo puedes hablar, y ellos te toman como uno más, y te ayudan en lo que necesites. 

Finalmente, ahora que han pasado todos estos años, he decidido volver a vivir a Israel y estoy muy feliz por eso. Siempre sentí que nunca corté el “cordón umbilical” con el país, ya que siempre que viajo busco conocer a gente de Israel, me siento como en familia y protegida.

Y está demás decir que lo sigo extrañando como desde el primer día, extraño esa cultural “la que todo lo puede”. Siento que los Sabras son muy valientes, directos y comprometidos, y para mí, eso no tiene precio, creo que eso es lo que más extraño.