Es difícil pensar en un periodo en que las relaciones entre Chile e Israel se tensionaran tanto como en la administración Boric, a pesar de que la vínculo ha variado, con sus momentos altos y bajos, la actitud ideologizada del presidente respecto al conflicto árabe israelí marcó una base poco auspiciosa desde el día uno.

En ese marco desmejorado la hoy ex Canciller Urrejola trató de poner cierta cordura y profesionalismo a la función diplomático, al menos en lo que respecta al medio oriente, el bochornoso incidente que debió sufrir el embajador de Israel en Chile, Gil Artzyeli, producto de la intervención directa del presidente Boric, fue una dura carga que le tocó manejar a Urrejola.

El incidente de la no recepción de las cartas credenciales del nuevo embajador de Israel en Chile no pasó para nada desapercibido, y incluyó reacciones no sólo del gobierno israelí, sino también de su estrecho aliado Estados Unidos.
En la tradicional política de los empates, trató de compensarse a través de un trato privilegiado a la comunidad judía de Chile, de manera de a través de ese gesto de limpiar las abundantes acusaciones contra el presidente por su actuar antiisraelí, leído como antisemitismo por no pocos analistas.

En ese contexto el cambio de mando en la cancillería plantea un nuevo escenario potencialmente más amigable. El nuevo canciller ,el abogado Alberto Van Klaveren, es un prohombre de vastísima experiencia en las lides diplomáticas, y además es hijo de sobrevivientes de la shoá.
Pero no hay que confundir la ascendencia judía de Van Klaveren , y un cambio de perspectiva total en el medio oriente. Baste recordar la saliente ministra de cultura Julieta Brodsky, también de ascendencia judía, quien manifestó un nivel de antisionismo rara vez visto en un político chileno. No hay peor astilla que la del mismo palo, dice el refrán. Ciertamente Van Klaveren representa otra generación de políticos, más cautos y menos impulsivos.

El nombramiento que si debemos asumir con abierta alegría es el de Jaime Aguirre, músico, productor, empresario y ejecutivo de televisión, una verdadera leyenda viva en el escenario político y cultural chileno, cuya carrera es tan extensa y prolífera que no necesita mayor justificación. Ciertamente será un magnífico ministro de cultura, además reemplazará a la ya mencionada Julieta Brodsky tristemente conocida por su actitud antiisraelí. De Aguirre, al contrario de su antecesora, es un abierto amigo de Israel, país que ha visitado ,conoce bien, y con el que se conecta también a través de su ascendencia judía.

Pues ya veremos, si bien los ministros cambian, nadie asegura que los arrebatos presidenciales desaparezcan, sin embargo, es de esperar que estos pesos pesados de la política chilena marquen la diferencia y hagan sentir su templanza dentro del gobierno de Boric, al menos en lo que respecta a sus vínculos con el medio oriente y con Israel en específico.
Puesto que más allá de las vicisitudes de la contingencia política, la amistad entre Chile e Israel es de larga data y se ha manifestado en gobiernos de diversos colores políticos en ambos países, la cooperación en temas de defensa es estratégica, así como en cuestiones de desarrollo como uso de aguas y nuevas tecnologías.

Chile e Israel son países que pueden ser complementarios en muchos aspectos y en tanto las relaciones se administren desde esa perspectiva, el futuro para ambos se ve auspicioso.

Hernán López