Por Siván Gobrin – Vicepresidente Comunidad Chilena de Israel

Esta semana se conmemoró un año más del Día Internacional del Holocausto, recordatorio designado para el 27 de enero, fecha en la cual el campo de Concentración y Exterminio de Auschwitz-Birkenau fue liberado por el ejército soviético en 1945.
Las redes sociales se empapelaron de fotos con personas sujetando un cartel en el que se lee “we remember”, “recordamos”, campaña impulsada por el Auschwitz Museum, la cual consiste en proyectar las fotos en las paredes del campo de concentración durante todo el día 27, como símbolo de que las nuevas generaciones siguen recordando el Holocausto.

Ver tantas fotos de todas partes del mundo, gatilló una reflexión natural; Dedicamos un solo día al año para este memorial, pero ¿Qué hacemos el resto del tiempo para luchar contra el antisemitismo?

Hoy en día las cifras de jóvenes que dicen no saber lo que pasó, o derechamente los mensajes negacionistas y revisionistas sobre el Holocausto en redes sociales son alarmantes, ¿qué hacemos nosotros para combatir esa ignorancia? No hace falta ser un experto historiador para seguir educando al respecto y aprendiendo también, el conocimiento, la información son las armas principales y más eficientes en contra de un mundo, que por sí solo, pretende dejar de recordar.
A esta semana sensible también se sumó el lamentable fallecimiento del sobreviviente de Auschwitz, David Feuerstein, quien dedicó su vida completa a educar sobre lo que vivió y no quedarse en el memorial único cada 365. Fue un símbolo de lucha contra el olvido de las víctimas y la continuación de la memoria del Holocausto, siempre contando su historia de forma ferviente. Con esto, pienso que nos estamos quedando sin testimonios vivos, y que nuestros hijos tendrán que apretar “play” para conocerlos. Pertenecemos a una generación privilegiada.
Conocer en persona y escuchar el testimonio de la boca de un sobreviviente, es algo que no vamos a apreciar hasta que ellos no estén. Tenemos suerte de vivir en una era lo suficientemente tecnológica para recabar y digitalizar información e historias, pero que también constituye un peligro. El antisemitismo no cambia su esencia, solamente su plataforma. En los años 30 se traducía en carteles y propaganda en las calles y diarios. Hoy en la era de la globalización, en redes sociales, la viralización no filtra realidad de ficción.
No nos conformemos sólo con el “we remember”, optemos por reflexionar sobre lo que hacemos para que el antisemitismo no se apodere de nuestra era, que nuestros hijos entiendan que si no aprenden sobre el tema y no lo inculcan a sus propios hijos, la historia se repite. Tal vez no de igual forma que hace 75 años, pero entendiendo la dinámica evolutiva del antisemitismo, no podemos regocijarnos bajando los brazos.
Si somos capaces de exponer nuestros rostros por nuestra causa un día al año, también podemos salir todos los días a defendernos y a decir nunca más, porque absolutamente nadie lo hará por nosotros.