Por David Arias Weil, Rabino y Vicepresidente II de la CCHIL 

Volviendo a la normalidad.

Existe un compendio de escrituras en la tradición judía que leemos en todas las festividades ,conocido como “Jamesh Meguilot”, literalmente, “Los cinco rollos”, aunque 4 de ellos pueden leerse directamente de un libro y sólo Meguilat Ester debe leerse de un pergamino, estas composiciones bíblicas son leídas a lo largo del calendario judío, en base a su relación con la festividad en cuestión.

Meguilat Ester se lee en Purim pues es la historia que la misma narra.

Shir HaShirim, el cantar de los cantares se lee en Pesaj, al simbolizar la primavera y el encuentro primigenio entre El Creador y el pueblo de Israel en el éxodo de Egipto que narramos en esa fiesta.

Meguilat Rut, el famoso libro de la primera mujer en abrazar la fe judía se lee en Shavuot, entre otros motivos por la conexión de la temática del texto, del trabajo en el campo con la festividad de las primicias. Tradicionalmente se dice que leemos este libro en Shavuot porque así como Rut aceptó las normas de la Torá, nosotros celebramos el Jag Matán Torá, la fiesta de la entrega de la Torá.

Meguilat Eijá, las lamentaciones que relatan las calamidades que azotaron a Jerusalén en su destrucción es leída el día más triste del año Tishá beAv, el 9 de Av.

Tanto en Pesaj como en Sucot, festividades que duran 7 días (en Israel), suele haber un Shabbat de por medio, de manera tal que en ese Shabbat es cuando se lee el rollo en cuestión. En el Shabbat de Pesaj se lee el Cantar de los Cantares.

¿Y en Sucot?
En Sucot se acostumbra a leer el libro de “Kohelet” el Eclesiastés. Este texto que la tradición rabínica lo suele relacionar con el Rey Shelomó (Salomón) esconde una aparente contradicción con el espíritu de la festividad de Sucot. El libro que muchas veces se lo cataloga como depresivo o triste, se lee en el medio de la festividad más alegre del calendario hebreo, Sucot.

¿Por qué?
En primer lugar es necesario hacer notar que Kohelet no es un libro melancólico ni depresivo, sino que es un libro que nos invita a apreciar la rutina de la vida, el orden natural de las cosas, tal como lo explicitan algunos de sus más famosos pesukim (versículos):

“Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece”

(Kohelet / Eclesiastés 1:4)

 “Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol!”

(ibid. 9) 

Si, es difícil enfrentarse con alegría a estas frases, sin embargo si leemos y volvemos a leer con atención estas líneas descubriremos que en realidad nos dicen algo elemental: Las cosas siguen su curso, la naturaleza, el mundo y el tiempo tienen sus ciclos y vuelvan a presentarse una y otra vez. Si no hay nada nuevo bajo el sol, es porque no hay sorpresas, el mundo funciona como tiene que funcionar. En los cielos se nos da la lluvia que comienza a caer en esta época para renovar así el ciclo agrícola del año. Si una generación va y otra viene, pero la tierra permanece allí, es una señal de seguridad, de que podemos siempre aferrarnos a las cosas elementales. Kohelet realza el valor de las cosas simples, que están allí, que funcionan, que no importa lo que suceda, no cambiarán.

Hace más de un año y medio que venimos pidiendo un poco de normalidad, un poco de rutina, que no hayan nuevas bajo el sol, que haya algo que no cambie, que sea estable, “una tierra que siempre permanece”. Con la llegada de las vacunas y los tratamientos pertinentes, se atisba el regreso de una rutina renovada, diferente a la que conocíamos.

Por esa misma razón quizás, es que leemos Kohelet en Sucot, porque al terminar un extenuante período espiritual, que comenzó en Elul, siguió con Rosh HaShana, pasó por Iom Kippur y termina con estas festividades, se nos recuerda lo lindo que es tener una rutina, que nos da seguridad y nos da la posibilidad de aferrarnos a aquellas cosas seguras, que nos mantienen estoicos y firmes ante las generaciones que van y vienen.

Shabbat Shalom,
Modim LeSimjá!